*Basado en una historia de la vida real. Más bien, en muchas historias (alguna de ellas mía, probablemente).
Todo empezó (palabrillas que encaminan una frase ligeramente cliché, lo sé...e inicio también con mis inconfundibles paréntesis e interrupciones a mi misma en mis propios textos) por cierto detalle en el que me fije al andar ociando en cierta página donde uno sube sus imágenes y tengo cuenta; en ese lugar, están también la cuenta de una conocida de uno de mis contactos dentro de esta cuenta, y del que era su novio. Yo solo conozco a esta chica (y al chico) por las imágenes que sube, que confieso suelo ver cuando estoy aburrida y ociosa y entrometida (últimamente, se vuelve una costumbre muy fea, me siento como mirando ajenamente, aunque sea página "abierta" a todo el público), y pues, por lo poco o mucho que escribían y publicaban para ellos y para todos, se notaba que tenían una linda relación. Mucho amor, muchos "te quiero", corazoncitos, fotos de ellos juntos y cosas así que los novios normales se ponen; ella era un poco más fría que él en esos aspectos (quizás por una relación anterior o algo así) pero eso no era obstáculo para que toda una sarta de espectadores virtuales conocidos o desconocidos (como yo) viéramos lo mucho que se querían.
Hasta que un día...¡plaff!
Lo típico: cada quien manejando el rompimiento de distintas maneras, con imágenes diferentes y emociones más o menos parecidas (sobre todo en el hecho del dolor, y esas fases iniciales de toda etapa de duelo/pérdida, sólo que por lo que ella escribía era más que obvio quien fue la que seguramente mencionó unas palabras del estilo "terminamos"), dando las gracias y en el párrafo siguiente anunciando el cierre de un ciclo y la hora de cambiar. Ah, y sin poder faltar este poema de Neruda, clásico para las despedidas amorosas (¡niéguenlo!).
Pues bien, para aquellas personas que no tenemos el honor/horror de conocer a esa pareja, y sólo mirábamos por nuestras pantallas su relación, o mejor dicho, hablando por mi, es un poco sorprendente pasar de una foto donde todo parece ir bien, con caritas felices y demás a la siguiente imagen donde se dice "gracias y adiós", y con eso inicia el proceso del desenamoramiento. Dicen que toma el mismo tiempo que todo el que tomó el enamorarse, sólo que cuando duele, obviamente se siente más (negativamente hablando) y tal vez por eso, parezca que dure más. Es decir, después del adiós, de las gracias y del dolor, ¿qué sigue? ¿borrar contactos en común?, ¿eliminación mutua de las redes sociales?, ¿a la basura los proyectos inconclusos?. Pues sí, es lo más común. Todos pasan por ese proceso, porque todos se enamoran y se desenamoran. La vida sería totalmente distinta si esos estados (espirituales, emocionales, sociales, virtuales, etcétera) pudieran cambiar como en esa secuencia de fotos que vi; hoy sí te quiero y te amo, y mañana te olvidé del todo y estoy mucho mejor. Sin medias tintas ni grises.
Pero simplemente no se puede...¡no se puede! (aunque muchos crean que sí y lo quieran aparentar). Es gradual, aunque uno no se de cuenta, y pasa por algo. Tal vez la excepción de la regla sea cuando pasa el amor a primera vista, cuando uno cae totalmente rendido ante la persona buscada y soñada por años y finalmente encontrada, y también en cierto modo, el desamor a primera vista, que uno se da cuenta de que todo el amor que estaba un segundo antes, simplemente dejó de existir, y ya no volverá. En cualquiera de esos dos momentos, se sabe que no hay marcha atrás, y que nada volverá a ser igual. Ni para bien ni para mal. Y se fue dando, pasando todo lo que tenía que pasar y engranándose para llegar a ese punto. El lugar, el momento, todo está ahí por algo. Y es tán súbito. Y tan raro. Sólo de unos pocos.
El resto, tenemos (o tuvimos) que partir de cero, en el amor y en el desamor. Para el amor, empezar a sentir o a lanzar miradas fijar, sonreír mucho, hablar poco, sonrojarse, mirar con un brillo distinto en los ojos y sentir día a día, de modo casi imperceptible como algo va cambiando y el corazón late un poco más fuerte por el amor. Justo lo contrario en el desamor, que el ánimo va decayendo y los latidos son insoportables porque duelen. Sonreír también duele y no sirve de mucho y hablar mucho es una pérdida de saliva; donde había rubor ahora hay palidez, y los ojos no brillan. También es un cambio, uno no muy agradable (aunque se sea la parte ejecutora, y los motivos sean buenos o malos, hay dolor cuando algo se rompe, ¿no?), sólo que es de todo a nada.
Es feo, es bello. Terrible, maravilloso, pero al final un proceso, un cambio. Parte de crecer, caer y seguir adelante.
Y empezar una vez más.
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