domingo, noviembre 11

Temblorina.

Si consideramos el fin de semana desde el viernes, puedo decir que estos tres días tuvieron de todo un poco. No pienso explayarme mucho que en unos minutos me tengo que ir a dormir (aunque no tengo tanto sueño), pero ya son órdenes de los altos mandos (!).
Para empezar, el viernes llegué tarde a la casa, cosa que tal vez se haga costumbre los lunes y los miércoles, por quedarme platicando y platicando con Lennon; ya no es tanto nuestra culpa, pero es que los temas salen y salen, y solo veo, recargada sobre el coche, como el Sol se va metiendo y de repente ya es de noche, rápidamente, fríamente. Pero a la vez hablamos y hablamos, nos interrumpimos y hacemos regresiones a temas casi olvidados, para coincidir en naderías y en toderías de mil y un temas. Es genial.
Ya el sábado iba a ser un día aburrido, sin nada que hacer más que estudiar o dormir, pero Caty me salvó con una fiesta de una amiga suya, aunque hubiera preferido mejor no ir, si hubiera sabido lo que me depararía después.
No, no tomé alcohol, pero esos tacos hicieron estragos en mi estómago (y lo siguen haciendo alskdalskdjaslkdjaskd) por todo lo que restaba del domingo, al grado de inhabilitarme de comer y ponerme en un humor idiota-somnoliento que ni me dejó estudiar, grrr.
Dah, mañana será un nuevo día y hasta aquí le paro de escribir, o estos párrafos se volverán una reverenda porquería, estoy casi segura.
Darle tiempo al tiempo.

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