Y no fue enfrente de una hilera de luces que tanto me gustan ver, o percibiendo el olor de pino de un arbolillo de Navidad (porque ya hace varias semanas sentí ese olor al pasar cerca de un supermercado en donde seguramente estaban descargando pinos, y no afloró ni la más mínima sensación de decir "¡Oh, espíritu navideño, ya estás aquí!"), sino de otro modo más curioso y simple. Fue en un metro (Hidalgo), en una de las salidas hacia el cine más cercano (ese que está prácticamente afuera del metro), caminando con Lennon para ver una película. Había un puesto con cosillas navideñas, entre ellas un Santa Claus no bien hecho de plástico, que se movía sentado sobre un reno simpático. Para acompañar sus movimientos sonaba una cancioncilla navideña ("Jingle Bells"), pero no como típico villancico, sino un poquito más lenta y un ligero toque de jazz. El ir escuchando esa canción al ir avanzando por el pasillo de la mano de Lennon, sintiendo el aire frío de afuera me hizo recordar años pasados, o más bien como unos años antes, por épocas decembrinas también habíamos salido al cine, a ver una película de Disney (que fue lo que esta vez también terminamos viendo) y yo me sentí igual de feliz que como el día de hoy estando a su lado, pasando un buen ratito juntos, y saboreando esta vez por adelantado el fin de semestre.
Ahí fue que me llegó un poco del espíritu navideño, y así espero poco a poco se vaya infiltrando a lo largo de este mes, a pesar de que no ayude mucho el no tener un árbol de Navidad en casa (por este año) o irse a la playa la próxima semana (no es el mismo sentido decorar una palmera que un pino).
En fin, de todos modos sigo anhelando mucho la llegada de Navidad, envolver regalos y pasar un buen fin de año.
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