jueves, marzo 22

07-12

Mi uniforme (bata y pantalón blanco -¡blanquísimo!- reluciente, sin estrenar, esperando este momento casi tanto como yo) ya está listo, incluso mis calcetines (nuevos), playera (nueva, y que no será blusa como al final están anunciando), y hasta ropa interior. Ya sé que aretes usaré (largos como me gustan, y no aquellos pequeños que dicen, cosa que al final no importa porque seguramente mi cara saldrá más pequeña que una moneda de 10 pesos), cómo me maquillaré, cómo me peinaré y los zapatos que me pondré (no, no serán zapatos médicos). Hasta corté mis uñas y las pinté de verde, al fin que ni se verán y el color me gusta.
Y así iré arreglada a mi manera, sin dejar de ser yo pero siguiendo las indicaciones (o la mayoría) para mi foto de graduación. Porque ya mañana una cámara plasmará mi carita sonriente, como indicador de que ya mis 10 semestres, mis 5 años han expirado. Y si sigo sin creérmelo, tal vez en menos de 24 horas ya haya entrado en razón, y empiece a tener sentimientos encontrados y un pequeño nudo en la garganta, que ahora se aprieta con la tristeza de ir por rumbos separados de los que han trazado mis mejores amigos, y ahora se afloja con el entusiasmo de estudiar en provincia por un año, con Lennon a mi lado.
Por lo mientras, mañana me arreglaré lo mejor que pueda para la ocasión, soportaré estoicamente y de buen humor cualquier número de horas que tarde la generación en acomodarse, ponerse de acuerdo y tomarse la foto, y al final exhibiré la mejor sonrisa natural (¡qué sea extrapiramidal y que no cierre los ojos ni se me vea papada ni tenga cara de drogada!), para que todos me recuerden de la mejor manera posible.
Y así, empieza la cuenta regresiva...

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