Más o menos hace un mes se me perdió. Y no porque ese anillo que ya casi cumple un año entre mis dedos quisiera perderse, sino por un descuido mío. Porque soy algo muy descuidada y suelo dejar las cosas donde no van y luego no recordar y empezar de paranoica. Esta vez no fue la excepción, pues a la mañana siguiente de que me lo quité (otra pequeña mala costumbre: quitármelo para lavar trastes por temor a que se me salga del dedo y se vaya por el desagüe, como ya me pasó hace varios años con un regalo de Sebas) no estaba en donde pensé que lo había dejado. Ni en el comedor ni en mi cuarto, vaya tragedia. La verdad es que no puse mucho esfuerzo a la labor de buscarlo porque tenía varias cosas que hacer y ya sabía que el anillo estaba ahí y tarde o temprano tenía que aparecer, por lo que conchudamente dejé pasar los días, y las semanas. Tenía el recuerdo en el fondo de mi mente, y un poco de remordimiento de conciencia, ya que le había contado a Lennon, (y no creo que a el le pareciera eso de que no me esforzará por buscar) pero hasta ahí.
Probablemente así hubiera seguido de no ser que Andrés y su visita esta última vez me dejaron muy chipil e hipersensible a todo, así que, el sábado pasado simplemente me di cuenta que no aparecía el mentado anillo por más que "buscara" y que la señora que limpia limpiara. ¡Oh tragedia ahora sí! Me puse a llorar patéticamente enfrente de la ventana del MSN que tenía con Lennon, lamentando ser tan distraída, sobre todo porque también días atrás también se me había roto mi cruz. Y Lennon también tiene su cruz y su anillo, por lo que se puede entender mi tristeza. Es decir, cada quien tenía sus baratijas que nos recordaban al otro. Afortunadamente, el chico me consoló diciéndome que mandaría a fundir su anillo para hacer dos, y yo ya me sentí un poco mejor, awww.
Ya finalmente me había hecho a la idea de que mi anillo nunca más aparecería, cuando ayer me puse a arreglar parte de mi habitación con Marina; entre que sacaba unos pantalones viejos y movía otros trebejos de repente algo salió volando: mi anillo. Así, de la nada. Sobra decir cuanta fue mi emoción y lo rápido que me fui corriendo a tomar el celular y hablarle a Lennon gritando "¡encontré mi anillo, encontré mi anillo!", jeje.
Peeeeero, ¡oh desgracia de nuevo! ¡casi pierdo mi anillo de nuevo hoy! Otra vez, la mala costumbre de guardarlo en el bolsillo al lavar los trastes, cosa que supuestamente hice hoy. No fue sino hasta tiempo después, que estaba con Marina en el hospital, que me di cuenta que no estaba en ninguno de mis bolsillos. Plaff, vino y se fue. Ni modo, me volví a hacer a la idea de que no lo tenía (una vez más), pero ahora en serio, sin suposiciones de que estaba en mi casa (bueno, unas cuantas porque igual y se podría haber caído al momento en que lo guardé). Dejé pasar ese pensamiento antes de que me angustiara mucho, y tiempo después me senté. Crucé la pierna, baje la mirada por azar, ¡y ahí estaba mi anillo de nuevo! y en un pliegue de mi pantalón. Increíble, pero cierto.
En serio, ese anillo es mágico.
1 comentario:
awwwwwwwwwwwwwwww que bien que lo encontraste, me da gusto (:
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